{"id":2951,"date":"2015-02-11T18:43:12","date_gmt":"2015-02-11T18:43:12","guid":{"rendered":"\/?p=2951"},"modified":"2024-05-10T09:46:15","modified_gmt":"2024-05-10T12:46:15","slug":"abril-en-la-intemperie-02","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/v4.cceba.org.ar\/abril-en-la-intemperie-02\/","title":{"rendered":"Abril en la intemperie"},"content":{"rendered":"

Un ni\u00f1o huye y se encuentra con un pastor de cabras. Un ni\u00f1o huye y le resulta m\u00e1s f\u00e1cil soportar la intemperie que lo que deja atr\u00e1s. En una entrevista, Jes\u00fas Carrasco afirm\u00f3 que las relaciones humanas vienen marcadas por el sitio en el que se vive. Si es as\u00ed, \u00bfqu\u00e9 decir decir del lenguaje que articula esas relaciones?<\/p>\n

\u00abA medida que amanec\u00eda se empezaron a distinguir los montes al fondo. La llanura como un mar que se deten\u00eda al pie de las elevaciones del norte. En aquel momento, s\u00f3lo un trampantojo acuoso. Una empalizada, un hito o el recuerdo de que podr\u00eda existir un lugar en el que respirar mejor. La visi\u00f3n brumosa de aquellas monta\u00f1as le produc\u00eda una atracci\u00f3n magn\u00e9tica. Se imagin\u00f3 a s\u00ed mismo al final de la llanura, justo al pie de las primeras estribaciones. Le acompa\u00f1aban el cabrero y los animales. Junto a ellos se internaba en los montes por un pliegue del terreno y ascend\u00edan a un altiplano, avanzando por una vereda que serpenteaba entre \u00e1rboles que no conoc\u00eda. El camino se apoyaba en laderas boscosas y entraba y sal\u00eda siguiendo el discurrir de torrenteras umbr\u00edas. A cada rato, paraban a descansar y \u00e9l se entreten\u00eda haciendo barquichuelos con la corteza ca\u00edda de grandes pinos. Arriba, en la pradera, se instalaban en una majada de piedra con el tejado de brezo. En su enso\u00f1aci\u00f3n, el reba\u00f1o hab\u00eda crecido y se esparc\u00eda a lo largo y ancho de una meseta verde y fragante. Hacia el norte, las monta\u00f1as segu\u00edan ganando altura. Se alzaban por encima de la cota de los bosques y los arbustos como pezones de piedra lavada. Luego las cumbres, blancas. Neveros empotrados en las arrugas del terreno como ara\u00f1azos gigantes. Hacia el sur del prado, un desplome desmesurado formaba un balc\u00f3n desde el que poder dominar el llano. El mismo que ahora transitaban con los ojos tumefactos bajo el martillo de aquella fragua solar. Por las tardes, despu\u00e9s de terminar el trabajo con las cabras y de acomodar al viejo en su jerg\u00f3n, se sentar\u00eda en el borde de aquel balc\u00f3n y contemplar\u00eda la llanura, y la ver\u00eda brumosa y lejana. Desde su atalaya de abundancia, convocar\u00eda a los \u00e1ngeles y los arc\u00e1ngeles para que llevaran a su pueblo la lluvia que devolviera a los trigales la fertilidad perdida. Regresar\u00edan los hombres y sus familias, ocupar\u00edan sus antiguas casas y el silo se llenar\u00eda de nuevo. Todos nadar\u00edan ahitos en sus riquezas, el alguacil recibir\u00eda sus tributos y nadie m\u00e1s volver\u00eda a acordarse del ni\u00f1o desaparecido.\u00bb<\/em><\/p>\n

(Je\u00fas Carrasco, Intemperie<\/em>, Seix.Barral, 2013)<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"

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