50 años del Diccionario de María Moliner
María Moliner, la mujer que escribió sola y a lápiz un diccionario dos veces más largo que el de la RAE
En conmemoración del cincuentenario de la primera edición del Diccionario de uso del español
Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura, afirmó acerca del diccionario de uso del español “María Moliner hizo una proeza con muy pocos precedentes: escribió sola, en su casa, con su propia mano, el diccionario más completo, más útil, más acucioso y más divertido de la lengua castellana, dos veces más largo que el de la Real Academia de la Lengua, y –a mi juicio- más de dos veces mejor”.
María Moliner (Paniza, Zaragoza, 1900 – Madrid, 1981) estudió en el Instituto Libre de Enseñanza, se licenció en Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza, 1921.
Ganó las oposiciones para el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos y trabajó en el Archivo de Simancas, Murcia y Valencia.
Fue la primera mujer que impartió clase en la Universidad de Murcia, durante 1924.
Como profesional comprometida, su labor fue muy activa en la política bibliotecaria, entre 1929 y 1939.
Publicó trabajos sobre bibliotecas rurales y redes de bibliotecas en España, participó en la elaboración del pequeño libro Instrucciones para el servicio de pequeñas bibliotecas (1937), una investigación colectiva vinculada a las Misiones Pedagógicas de la República. Dirigió la biblioteca de la Universidad de Valencia.
También participó en la Junta de Adquisición de Libros e Intercambio Internacional, que tenía el encargo de dar a conocer al mundo los libros que se editaban en España; desarrolló tareas como vocal de la Sección de Bibliotecas del Consejo Central de Archivos, Bibliotecas y Tesoro Artístico, creado en febrero de 1937, en la que fue encargada de la Subsección de Bibliotecas Escolares.
Se había casado en 1925 con el catedrático Fernando Ramón Ferrando. Tras la derrota de la República en la Guerra Civil Española, el matrimonio sufrió represalias políticas. Él perdió la cátedra y fue trasladado a Murcia, y María regresó al Archivo de Hacienda de Valencia, bajando 18 niveles en el escalafón del Cuerpo de Archiveros. En 1946, su marido fue reincorporado como catedrático de Física a la Universidad de Salamanca. La familia se traslada entonces a Madrid, mientras María se incorpora a la Biblioteca de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de Madrid, de la que fue directora hasta su jubilación en 1970.
Hacia 1950 inició la que sería su gran obra, el Diccionario de uso del español. Comenzó a escribirlo, exactamente, en 1952. «Estando yo solita en casa una tarde cogí un lápiz, una cuartilla y empecé a esbozar un diccionario que yo proyectaba breve, unos seis meses de trabajo, y la cosa se ha convertido en quince años», aseguró en una entrevista concedida a la prensa. Tras una larga y lenta labor, la primera edición contó con la fe y el apoyo de Dámaso Alonso, director entonces de la Biblioteca Románica Hispánica de la editorial Gredos, quien decidió impulsar el proyecto. El Diccionario se publicó entre 1966 y 1967, en dos volúmenes, en cuyos tomos se incluyen 1.750 entradas y más de 190.000 definiciones. Su intención era crear «un instrumento para guiar en el uso del español tanto a los que lo tienen como idioma propio como a aquellos que lo aprenden”.
La gran hazaña de escribir un diccionario, cuya claridad y acierto fueron reconocidos de forma unánime, no pareció mérito suficiente a los académicos de la RAE para incluirla entre sus filas. Dámaso Alonso, Rafael Lapesa y Pedro Laín Entralgo la postularon para que fuera la primera mujer que llegara a la Academia. Pero el elegido, en esa ocasión, fue Emilio Alarcos Llorach. “Sí, mi biografía es muy escueta en cuanto a que mi único mérito es mi diccionario. Es decir, yo no tengo ninguna obra que se pueda añadir a esa para hacer una larga lista que contribuya a acreditar mi entrada en la Academia (…) Mi obra es limpiamente el diccionario.”
En 1979, la primera académica, la escritora Carmen Conde, reconoció que tenía que haberla precedido María Moliner. Y lo sugirió en su discurso de ingreso: «Vuestra decisión pone fin a una tan injusta como vetusta discriminación literaria».