Letras

Carolina Esses: Versiones del paraíso

Presenta su libro de poemas Versiones del paraíso
Participan: Alejandro Crotto y la autora
Con proyecciones de la obra de Mercedes Araujo y lecturas a cargo de Ingrid Pelicori

7 de septiembre 2016 – 19h
CCEBA Paraná 1159

Carolina Esses nació en Buenos Aires en 1974. Publicó los libros de poesía, Duelo, junto a Mercedes Araujo y Cecilia Romana (Ediciones en Danza, 2005) y Temporada de invierno (Bajo la luna, 2009), que resultó finalista en el concurso de poesía Olga Orozco organizado por la UNSAM. Poemas suyos forman parte de las antologías Hotel Quequén (Sigamos enamoradas, 2006), Poetas Argentinas 1961-1980 (Ediciones Del Dock, 2007) y Quedar en lo cantado (Ediciones El fin de la noche, 2009); y han sido traducidos al francés en Poésie récente d’Argentine. Une anthologie possible (París, Reflet de Lettres, 2013). Es autora de varios títulos de literatura infantil. Como periodista escribe para diferentes medios gráficos. Tiene tres hijos y trabaja en la programación de la Casa de la Lectura.

Fotografía en París

 

La mujer sonríe, inclina la cabeza hacia atrás

extasiada;

el hombre mira a cámara, sostiene un bebé.

Se adivina el follaje de un parque

el clic de una máquina digital en automático.

Convivo con el gesto desproporcionado

de una mujer que no conozco.

La foto –un amigo de la infancia que está enfermo

y vive en París, dice mi marido– deambula por la casa

como un espejo deformado de nosotros tres.

 

Ramas que se arquean sobre nuestra calle

inundan el barrio de una sombra apacible.

Los rayos llegan a destiempo, empeñados en caer

siempre un poco detrás nuestro.

Y no es el ritmo, ni el carácter de la marcha

sino la pregunta, ¿cuál de nosotros se extravía

cuál muere, cuál es el que nos prolonga?

Portugal

 

Saliste de casa como quien se va a un país lejano.

Portugal, podrías haber dicho.

Una pareja de turistas camina hasta los acantilados.

¿Son pájaros o es la espuma que golpea al bies la piedra

allá abajo

donde adivinaron un mar revuelto y oscuro?

Lo extraño era que ese rincón de Portugal

no se parecía a la Europa domesticada por el turismo

ni a la agreste fotografía de playa.

Lo que veían, era otro paisaje;

salvo que lo negro de las rocas

se transformara por arte de magia en arena

y el vacío en una superficie generosa

dispuesta a alivianar el peso de cualquier caída.

Por eso te saludé desde la puerta:

Adiós amor mío, que te vaya bien,

desanudé de un tirón mi bata

y me sumergí

en la mórbida cadencia de nuestras sábanas.

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