Poetas leen poesía

Fabián Iriarte habla de un poema de J. R. Wilcock

Cuando tú, mi poesía, lees poesía…
Cuando tú, mi poesía, lees poesía,
el cielo se oscurece con una luz verde,
la gente huye de la orilla del mar
por un presentimiento remoto de tormenta
o de contraste entre los elementos,
se enarbolan chispas en los cables del tranvía,
y un gran silencio cae sobre la ciudad:
es la poesía que se contempla a sí misma.
Lees palabras de un tiempo olvidado,
de un presente que se derrumba, sin tregua,
velozmente en un pasado informe,
lees acerca de un rey y de coronas, jardines y guerras,
tú que eres la corona de cada imperio
y el jardín del mundo conocido
y la guerra de los sentidos de la naturaleza,
lees: “¿quién profesará mis versos en el futuro
si digo ahora todo lo que vales?”.
Y sucede en aquel momento que esos versos,
como una flecha arrojada a los siglos
llegan un día a quien los inspiró.
Y entonces la oscuridad verde se hace total,
la gente se oculta, abrumada,
y en un silencio como de terremoto
se alza la luna sobre los castillos romanos
y todo vira lentamente al azul,
mientras tú, mi poesía, lees poesía.

Traducción de Guillermo Piro

 

 

Sobre Cuando tú, mi poesía, lees poesía… dice Fabián Iriarte:

¿Por qué me gusta tanto este poema? Quizás porque leo poesía, porque escribo poesía, y porque creo (con un poco de inocencia y con un poco de estupidez, que no es tan mala como parece) en la taumaturgia de la poesía. Es la descripción de una escena de lectura: se contempla al amado leyendo un poema. Pero eso no es todo: en la lectura del amado, la poesía se contempla a sí misma (en un efecto metapoético). El círculo no es vicioso, sino estético y amoroso. El efecto del poema leído en esta escena de lectura es indirecto: el amado / lector apenas se da cuenta de lo que causa, porque está atento a su propia lectura. ¡Y todo lo que causa el amado!: oscuridad y luz, paradojas, huidas de gente, fuego, silencio, y de nuevo, más oscuridad, color azul, color verde, el ruido y el silencio, más paradojas, la luz al fin.

J.R. Wilcock (Buenos Aires, 1919 – Viterbo, Italia, 1978) escribió una secuencia de 34 poemas, en un italiano engarzado de joyas verbales acuñadas por él mismo, con el título de Italienisches Liederbuch (“Cuaderno de canciones italianas”), en el mes de julio de 1973, en Lubriano. Exiliado en Italia, Wilcock había decidido cambiar su idioma de escritura. La traducción al español de este libro se debe a Guillermo Piro (Editorial Huesos de Jibia, 2010).

 

La poesía que el amado está leyendo es la secuencia de sonetos de William Shakespeare (1564-1616). Así, el recorrido circular de la poesía sucede en el tiempo además de suceder en el espacio: poemas ingleses de fines del siglo XV y principios del siglo XVI son leídos por alguien en Italia en el siglo XX, y nosotros leemos la descripción de esa escena, hecha en italiano por un argentino y luego vertida al castellano, en el siglo XXI. ¿Quién lee a quién? ¿Quién ha escrito / descrito a quién? ¿Quién inspira a quién?

 

Suenan varios ecos de los sonetos de Shakespeare: el primer verso (y el último, que es eco del primero) reelabora los versos 9-10 del soneto 128: “How oft, when thou, my music, music play’st…” (“Cuántas veces, cuando tú, mi música, tocas música…”), un poema en que el hablante expresa sus celos y su envidia por las teclas del piano que acarician los dedos de su amado, cuando éste toca música.

 

Los versos en que describe con epítetos al amado (“tu che sei la corona di ogni impero / e il giardino del mondo conosciuto / e la guerra dei sensi della natura”) son ecos de los versos 9-10 del soneto de apertura de la secuencia: “Thou that art now the world’s fresh ornament, / And only herald to the gaudy spring…” (“Tú que eres ahora el joven adorno del mundo / y el único heraldo de la alegre primavera…”).

 

Finalmente, el último eco shakespeariano está en los versos, ya no como alusión, sino como cita (traducidos al italiano) de los versos 1-2 del soneto 17: “Who will believe my verse in time to come / If it were filled with your most high deserts?” (“¿Quién va a creer en mis versos en el futuro / si están llenos de tus más altos méritos?”), en los que el hablante duda acerca de la persistencia de la poesía, esa cosa frágil y elusiva, sin darse cuenta de que el amado está leyendo poesía: ¿qué mejor prueba, qué prueba más elocuente, de su inmortalidad?

 

Así como en la Edad Media existía el género de los “milagros de la Virgen”, este texto inaugura—creo yo—el género del “milagro del ser amado”. Miracolo!: el amado causa efectos inesperados en el universo. El amor y la poesía tienen eso en común.

 

 

Quando tu, mia poesia, leggi poesía…

Quando tu, mia poesia, leggi poesia, / si oscura il cielo di una luce verde, / la gente sfugge la riva del mare / per un senso remoto di tempesta / o di contrasto tra gli elementi, / vampe si inalberano sui fili dei tram, / e un gran silenzio cala sulla città: /
è la poesia che contempla se stessa. / Leggi parole di un tempo scomparso, / di un presente che crolla senza sosta / velocemente nell’informe passato, / leggi di re e corone, giardini e guerre, / tu che sei la corona di ogni impero / e il giardino del mondo conosciuto / e la guerra dei sensi della natura, / leggi, « chi crederà i miei versi in avvenire / se dico adesso tutto il tuo valore? » / e accade in quel momento che quei versi / come una freccia scagliata nei secoli / raggiungono chi un giorno li ha ispirati. / E allora il buio verde si fa totale, / la gente si rintana, sopraffatta, / e in un silenzio come di terremoto / si alza la luna sui Castelli Romani / e lentamente volge tutto all’azzurro, / mentre tu, mia poesia, leggi poesia.

 

Fabián O. Iriarte nació en Laprida, provincia de Buenos Aires, en 1963. Desde 1979 reside en Mar del Plata.

Doctorado en Humanidades en la Universidad de Texas en Dallas (1999), enseña literatura inglesa & norteamericana y literatura comparada en la Universidad Nacional de Mar del Plata.

Recibió el Premio Alfonsina de literatura (2004), el 2º premio del Concurso Osvaldo Soriano de Poesía (2006), el 2º premio del Concurso de Poesía Casa Museo Olga Orozco (2013) y el Premio Lobo de Mar en Literatura (2015).

Colabora con ensayos, reseñas, traducciones y poemas en revistas, antologías y sitios de Internet.

Entre sus libros de poesía se cuentan La mudanza (Gogol, 2009), Devoción por el azar (Bajo la Luna, 2010), Cuentas por saldar (Ediciones en Danza, 2010), Las confesiones (Huesos de Jibia, 2012), La Caja P (Ediciones del Dock, 2012), Litmus test (UNL, 2013) y El punto suspensivo (Letra Sudaca, 2014).

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