Escénicas

Memoria histórica y creación teatral

Taller a cargo de Susana Hornos y Zaida Rico

Del 6 al 9 de octubre 2015 – de 13 a 17.00h
CCEBA Florida 943
Gratuito
La selección se realizará en función de:

  • Curriculum vitae
  • Te doy mi memoria: se les pedirá a los postulantes que respondan las siguientes preguntas por escrito: ¿Recuerdas alguna historia, hecho, anécdota que te hayan contado o leído sobre la historia de tu país que te haya llamado la atención o quedado marcado por algo en especial? ¿Hay alguna canción, poema, cuadro, película, cualquier expresión artística que te venga a la memoria si piensas esa época?

Un camino de coautoría y codirección unido a la Memoria. Nos conocimos unos años atrás trabajando juntas en Buenos Aires, como compañeras, actrices, sobre el escenario y desde las tareas de gestión y producción de AEBA [Actores españoles en Buenos Aires], asociación de la que ambas formábamos parte. Acabábamos de hacer La casa de Bernarda Alba y sentimos la necesidad de seguir trabajando juntas en un proyecto más personal. Fue entonces cuando Susana confió sus cuentos a Zaida y cuando ésta los leyó, los imaginó teatro. Esa noche sonó el teléfono y lo que a priori parecía imposible (contar ochenta años de la historia de España en apenas una hora) decidimos convertirlo en un reto. Así, de la locura de una y otra, surgió Granos de uva en el paladar.
Esa misma semana, el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti había abierto un concurso de Teatro y Memoria. Decidimos presentar nuestro proyecto en este centro cultural que durante la Dictadura Militar fue uno de los centros clandestinos de detención más grandes de Argentina (ESMA – Escuela de mecánica de la Armada). Terminamos el año 2010 sabiendo que nuestra propuesta había sido pre-seleccionada: el primer paso era crear una dramaturgia teatral de los cuentos originales. Por motivos laborales, a principios de 2011 nos encontrábamos una en España y otra en Argentina. La solución fue fijarnos una secuencia diaria y aunar lo escrito vía Skype.
Durante este tiempo de escritura investigamos, no sólo sobre la Guerra Civil o los duros años de la Dictadura en España, sino sus consecuencias posteriores, sus devastadoras repeticiones en muchos países de América Latina. Este proceso hizo que también nosotras decidiéramos hablar con nuestras familias sobre esta temática: anteriormente ya existía esta comunicación, pero ahora abríamos los ojos de otra manera comenzando a prestar atención a los detalles, relatos, anécdotas de nuestros padres y abuelos…
No podíamos arrancar con los ensayos, sin que las actrices nos contaran sus experiencias de vida con respecto a esa época. “Te doy mi memoria”: así se llamó el ejercicio con el que decidimos comenzar esos doce meses de ensayos. Cada una de ellas tenía que regalar a todas las compañeras un pedacito de memoria familiar y personal; algún recuerdo, algún objeto, una pequeña perla de esas que se descubren en las tertulias durante la sobremesa. En nuestro primer ensayo se produjo un momento que no esperábamos. Una de ellas se emocionó y nos dijo: “me he dado cuenta de que no tengo memoria… nadie en mi familia me habló sobre ello”. Al decir estas palabras, varias de sus compañeras reconocieron compartir el mismo silencio en sus casas. Esto nos hizo comprender que teníamos que darles Memoria. Pero… ¿cómo hacerlo?
Con esa decisión de dar memoria, pronto se fue creando una rutina de aquellos ejercicios que, por intuición primero, y práctica después, nos dimos cuenta que les ayudaba. Afortunadamente, al menos eso creemos, las dos a lo largo de estos años habíamos tratado de no imbuirnos en ningún método en concreto, de aprender de maestros diversos, de técnicas más clásicas, herencia de Stanislavsky o con el filtro americano de Strasberg, incluso de Susan Batson; y por otro lado, las alejadas de todo esto: el mundo del Butoh, de la danza, lo corporal como resorte y estímulo mucho más allá de la memoria emotiva. Amén de toda la búsqueda de la verdad y la creación del personaje, el reto más difícil de la obra era que el cambio de un personaje a otro no podía tener tiempo (físico ni emotivo) de transición alguna: un sólo movimiento era un cambio de sexo, edad, comportamiento y corazón. Teníamos que darles todas las imágenes y memoria corporal posibles, para que éstos fueran asideros rotundos durante la función. A lo largo de un año de ensayos, el cuerpo guió la emoción y viceversa. Cada actriz era un mundo; cada una se adaptaba más a una forma de trabajo (por sus experiencias teatrales anteriores) y por lo tanto decidimos darle la misma cabida a cada una, con lo corporal y la emoción yendo de la mano; decidimos pues, no hacer prevalecer en los ensayos ninguna técnica específica y buscar todos aquellos ejercicios que potenciaban su nivel de actuación: creamos un método de trabajo específico para este grupo de trabajo. Creemos que eso les dio herramientas suficientes, pero sobre todo una gran cohesión y libertad en escena. La premisa era: “utiliza lo que sientas que te ayude”… Imágenes, memoria emotiva, un movimiento… ambas sentíamos que como directoras no podíamos imponerles qué técnica era la mejor (porque ni siquiera nosotras mismas como actrices lo sabemos); por lo tanto la consigna era sacar lo mejor de cada una de ellas, potenciar su propia forma de trabajo en escena.»

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