Letras

Teresa de Ávila, maestra del secreto

Por Mar Gómez Glez

Se cumplen 500 años del nacimiento de Teresa de Ávila. Tiempo suficiente para colocar a esta carmelita en el lugar que le corresponde en la historia del pensamiento. Beatificada apenas dos décadas después de su muerte en 1582, fue canonizada en el año 1622, y nombrada doctora de la Iglesia en el año 1970. Su figura alcanzó tal popularidad que en el siglo XVII, se la propuso como patrona de España y aunque finalmente no consiguió desbancar al apóstol Santiago, el mero intento nos da una idea de su importancia. Su cuerpo, incorrupto nueve meses después de su muerte, fue despedazado y aún hoy en día existen reliquias en Italia, Francia, Portugal y España. La de Ávila es una de las escritoras más importantes e influyentes de la historia española, pero también una de las más manipuladas. Acercándonos a sus obras mediante aquello que el texto calla y oculta; mediante el uso explícito e implícito del secreto, es posible descubrir una lectura escondida de su obra.

La búsqueda de secretos en los textos es tan antigua como los estudios de hermenéutica, que acompañan a la tradición judeo-cristiana desde sus inicios. El pensamiento hermético influyó en Platón y en Aristótles y sobrevivió aunque fuera como fenómeno marginal entre los alquimistas, los cabalistas judíos y en los pliegues del tímido neoplatonismo medieval. Los secretos de Teresa, nieta de judíos conversos, no son secretos vacíos como los herméticos, pero tampoco desvelan un contenido concreto. Sus secretos amplían las posibilidades del yo y de la experiencia proyectada por el texto. A través de sus escritos podemos rescatar una alternativa al proceso histórico de formación del yo moderno occidental, y desenterrar un yo diferente, con un interior que cobije el secreto inconfesable, frente al “animal confesional”, en el que se convirtió el ser humano occidental. En el nacimiento del “animal confesional” otro proyecto de ser se le opuso. Fue el proyecto teresiano del yo secreto, con secretos y en el secreto. Un proyecto que tiene resonancias en los debates éticos contemporáneos, como el que lidera la filósofa estadounidense, Judith Butler, quien defiende el reconocimiento de la opacidad del yo como primer paso para establecer una relación que no exija al yo un comportamiento determinado en cada caso sino que le permita la libertad de proyectarse hacia el futuro.

En 1492 los Reyes Católicos terminaron la Reconquista imponiéndose al último monarca nazarí del Reino de Granada, Boabdil, y considerando que la unidad de territorio sólo podía conseguirse con la unidad religiosa expulsaron a los judíos de la península o les obligaron a convertirse. Resulta paradójico, que tanto la reina Isabel como el Cardenal Cisneros fomentaran la reforma de la Iglesia apoyándose en Erasmo enemigo del autoritarismo y los excesos de las instituciones eclesiásticas. Durante sus años de formación, Teresa tuvo acceso a un gran número de obras inspiradas por las ideas erasmistas y que empezaron a prohibirse a partir de las década de los cincuenta, cuando la Iglesia reforzó sus posturas más ortodoxas e inmovilistas que pretendían defender la institución como respuesta al avance del protestantismo en Europa. La obra teresiana refleja la frustración de una libre pensadora que alcanza su momento de madurez en una época de intransigencia agravada por su condición de mujer.

La crítica tradicional (y a en ocasiones también la contemporánea) alineó a Teresa en las filas de la lucha contrarreformista y la defensa de las ideas postridentinas. Sin embargo, atendiendo al texto, el asunto se problematiza. En sus libros encontramos escasas menciones sobre los protestantes. La insistencia de Teresa recae en la construcción de un nuevo espacio, tanto interior como exterior, en donde dedicarse a su método de oración y buscar el encuentro con Dios. Desde sus primeros escritos, Teresa pide que le dejen dar rienda suelta a su deseo secreto, primero para ella y después para el resto de descalzas. El encuentro con Dios, el disfrute de los secretos que éste le hace, sólo puede conseguirse alejada del mundo y en el interior más secreto que puede guardar un ser humano. A proteger, disfrutar y difundir este secreto, dedica su vida y obra.

En un momento en que la revolución cibernética nos ha llevado a repensar las políticas de privacidad y de control de la información que a través de las redes sociales se compran y se venden en el mercado digital, el legado teresiano puede ayudarnos a repensar la importancia del secreto que todavía políticamente se asocia mayoritariamente a la razón de estado y al control de la información por el poder. Teresa crea con sus secretos un yo, sobre todo un yo-mujer, más autónomo y auto justificado por sí mismo. Teresa escribe sobre el secreto, escribe en secreto, y mantiene el misterio de los secretos que llega o no a desvelar al lector a lo largo de sus escritos y sus lecturas.

En el Libro de la Vida, su obra más conocida, aparecen los secretos místicos. Son los capítulos del 10 al 32, que Teresa pide se guarden “secretos”. Estos secretos son algo extremadamente codiciado en la España del siglo XVI obsesionada con la muerte. En el momento de morir, el alma se separa del cuerpo y es cuando más tentaciones sufre por parte del demonio. Una mística como Teresa ha experimentado esta separación entre alma y cuerpo, y quienes tienen conocimiento de ello tratan de conseguir una copia manuscrita de su obra. Poseer un secreto como éste era colocarse en una situación muy peligrosa en la sociedad del momento. Según la doctrina paulina, resucitada en España tras la muerte del Cardenal Cisneros, las mujeres tenían prohibida la tarea apostólica y además eran sospechosas de estar en contacto con el demonio. Los confesores deciden si Teresa debe ser o no denunciada a la Inquisición y en la primera cuenta de su vida, sus confesores le aconsejan que deje su oración de quietud, ya que las uniones de las que habla les parecen demónicas. Teresa escribe más y más confesiones generales hasta que consigue suficientes apoyos que la refrenden. Gracias al secreto puede hablar de Dios pero no de forma completa, de manera que éste mantiene su omnipotencia y ella su adscripción a la “ortodoxia”. El secreto es un elemento de poder, como si en un juego de póker se tratara Teresa utiliza esta carta, justificando su autoridad para poder hablar de su experiencia mística y dividir las mercedes que Dios le hace en tres: La merced, entender la merced, y saber decirla.

Frente a los modelos de adquisición de conocimiento que, en la línea del círculo hermenéutico de Gadamer, utilizan el prejuicio y la tradición como base de la que parte el yo, Teresa rompe, con la tradición, ya que el secreto presenta una barrera para que el yo contraste sus prejuicios y no pueda ajustarlos. Para Teresa el conocimiento es discontinuo, sólo quienes conocen por intervención divina pueden entender y superar estos secretos para progresar en su entendimiento. Dado que el saber decir es un don que recibe de Dios, sólo con los que Dios ha compartido el secreto podrán entenderla, y los que no la entiendan estarán confirmando su condición de excluidos de Dios. Esta estrategia tuvo un éxito relativo y le valió para conseguir suficientes apoyos como para comenzar su labor fundadora. En 1575 la Inquisición incautó la Vida y Teresa fue denunciada a la Inquisición. De ahí que Teresa escribiese otra obra sobre sus experiencias místicas: Moradas del castillo interior. Moradas no es sólo una repetición de la Vida. Entre uno y otro texto, existe un cambio dramático de metáfora. En su primer libro, el alma es un huerto que Dios riega con su agua, y en Moradas, el alma es un castillo en el que habita Dios. Esta segunda metáfora resultó mucho más adecuada para la jerarquía eclesial, y además ayudó a moldear la imagen propia de una mujer poderosa, que es en sí misma una fortaleza que oculta grandes riquezas. Colaborando así a la formación de la imagen de un yo justificado en sí mismo y no por los grupos sociales a los que pertenece.

En su búsqueda de Dios y de los secretos que él le ofrece, Teresa dibuja un interior en que el alma puede meterse. A lo largo del texto nos encontramos con los secretos que el alma experimenta dejando atrás las potencias del alma: entendimiento y memoria. Estos secretos son recibidos directamente por Dios, sólo algo de ellos se recuerda, aunque no se sabe bien qué, y sólo algo de ellos se puede escribir, aunque lo escrito no provenga de un proceso de entendimiento. El texto de Teresa, sin poder considerarse completamente poético, tampoco puede considerarse referencial, y en su excepcionalidad reconcilia las posturas que afirman que el texto sólo puede referirse a sí mismo, y aquellas que salvan cierta referencialidad. Gracias al secreto la referencia está y no está, ya que la naturaleza del secreto hace de ella algo oculto en sí mismo que necesariamente se proyecta tanto hacia el texto como hacia una referencia desconocida.

Teresa encontró en el secreto el elemento que le permitiría desarrollar su proyecto de yo secreto dentro de una sociedad y una institución que se cerraba sobre sí misma imponiendo un control más y más represivo. Ahora, cuando los grandes discursos occidentales han demostrado su perversidad, es especialmente relevante recuperar su propuesta.


Mar Gómez Glez (España, 1977) es una novelista y dramaturga madrileña que vive entre España y Estados Unidos desde 2006. Es autora del libro infantil Acebedario (2005) y la novela Cambio de sentido (2010). Sus obras han sido estrenadas en Madrid, Nueva York y Los Ángeles. Entre los reconocimientos que ha obtenido su trabajo se encuentran el premio Calderón de la Barca (2011), Premio Arte Joven Latina (2008) y Premio Beckett de teatro (2007). Es doctora en filosofía por la Universidad de Nueva York (NYU) y especialista en literatura del Siglo de Oro y misticismo. Actualmente enseña en la Universidad del Sur de California (USC) y es Hot Desk International Playwright en el teatro Center Stage de Baltimore.

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