Nicolás Domínguez Bedini habla de un poema de José Agustín Goytisolo
A veces
A veces
alguien te sonríe tímidamente en un supermercado
alguien te da un pañuelo
alguien te pregunta con pasión qué día es hoy en la sala de espera del dentista
alguien mira a tu amante o a tu hombre con envidia
alguien oye tu nombre y se pone a llorar.
A veces
encuentras en las páginas de un libro una vieja foto de la persona que amas y eso
te da un tremendo escalofrío
vuelas sobre el Atlántico a más de mil kilómetros por hora y piensas en sus ojos
y en su pelo
estás en una celda mal iluminada y te acuerdas de un día luminoso
tocas un pie y te enervas como una quinceañera
regalas un sombrero y empiezas a dar gritos.
A veces
una muchacha canta y estás triste y la quieres
un ingeniero agrónomo te saca de quicio
una sirena te hace pensar en un bombero o en un equilibrista
una muñeca rusa te incita a levantarle las faldas a tu prima
un viejo pantalón te hace desear con furia y con dulzura a tu marido.
A veces
explican por la radio una historia ridícula y recuerdas a un hombre que se llama
Leopoldo
disparan contra ti sin acertar y huyes pensando en tu mujer y en tu hija
ordenan que hagáis esto o aquello y enseguida te enamoras de quien no hace ni
caso
hablan del tiempo y sueñas en una chica egipcia
apagan lentamente las luces de la sala y ya buscas la mano de tu amigo.
A veces
esperando en un bar a que ella vuelva escribes un poema en una servilleta de
papel muy fino
hablan en catalán y quisieras de gozo o lo que sea morder a tu vecina
subes una escalera y piensas que sería bonito que el chico que te gusta te violara
antes del cuarto piso
repican las campanas y amas al campanero o al cura o a Dios si es que existiera
miras a quien te mira y quisieras tener todo el poder preciso para mandar que en
ese mismo instante se detuvieran todos los relojes del mundo.
A veces
sólo a veces gran amor.
Sobre A veces, solo a veces gran amor dice Nicolás Domínguez Bedini:
Me topé con el poemario de José Agustín Goytisolo (1928-1999) A veces gran amor (1981. Barcelona: Laia Literatura) revolviendo mesas de saldos en librerías sobre la Avenida Corrientes. Debe de haber sido a la hora del atardecer y durante algún día de la semana, porque si de algo estoy seguro es que vivía aún en la casa de mis padres, iba a los primeros años de colegio secundario por las mañanas en San Miguel y que comencé a leer A veces gran amor, al menos hasta la página 30, sentando en la ya extinta -hace añares- pizzería Serafín, a donde siempre acudía para coronar mi regreso a los suburbios, pidiendo el mismo menú: una tartaleta de frutilla con un (…sub sub sub…) submarino.
La mayoría de mis expediciones a la gran ciudad eran preferentemente para recorrer disquerías, e iba alternando -según mis ganas- las estaciones de tren del Ferrocarril San Martín donde bajaría en cada ocasión. Por ejemplo, si bajaba en Devoto era para hacer el circuito de todas las disquerías empotradas en galerías sobre la Avenida Cabildo. Otras veces bajaba del tren en Palermo para avanzar a lo largo de Avenida Santa Fe en dirección al Obelisco pero mi destino final favorito siempre fue y será Retiro, para desde allí tomar la gran ciudad subiendo a pie desde la Plaza San Martín…
Lo que no variaba dependiendo si bajaba en Palermo o en Retiro era el tramo de Avenida Corrientes entre las calles Florida y Callao o viceversa, y en donde solía entrar en librerías también, buscando cancioneros y biografías de grupos de rock. Así que fue por esa zona donde revolviendo libros como si fuesen discos, hasta el último de la fila, con los dedos de las maño cubiertos de polvillo ruin di con mi ajetreado ejemplar de A veces gran amor que dicho sea de paso, aún conservo con fruición.
¡Vaya recorrido misterioso que hacen algunos libros usados! Apasionante tema del que no viene al caso seguir extendiéndome, así que mejor volvamos de lleno hacia la mesa de Serafín donde el adolescente que fui está empezando a leer con curiosidad el poemario de José Agustín Goytisolo recién adquirido – ¿En cuál librería del hondo pozo del pasado habrá sido? ¿En Librerías Fausto? ¿En Librerías del Libertador? ¿En una pequeña librería que duró un suspiro y cuyo nombre no retuve en mi memoria pero que recuerdo estaba situada dentro de la galería donde estuvo la disquería El Atril?…- .
Recuerdo estar leyendo por vez primera el arranque de A veces gran amor con extrañeza y curiosidad dado que no estaba nada empapado en lectura de poemarios y también recuerdo cierta impaciencia a medida que iba avanzando con la lectura porque intuía que los poemas allí contenidos, de seguir enfrascado leyendo la introducción, no llegaría a leerlos nunca.
Primero leí en la página cinco una nota editorial donde el prologuista aclaraba “el origen de un prólogo excéntrico o, al menos, infrecuente”. Luego le seguían unos fragmentos de varias páginas titulados Sobre el amor y otras nimiedades que consistían en la transcripción de unas charlas que José Agustín Goytisolo dio en una universidad hasta que llegando al párrafo final y justo antecediendo al poema A veces –el poema que inspira el título del poemario, el poema que elegí para esta invitación especial en la página web del CCEBA, el poema del que no puedo ser nada objetivo porque es uno de mis poemas favoritos de todos los tiempos- aconteció el cimbronazo que perdura hasta hoy en mi y que con mucho gusto también pasaré a transcribirles a continuación, ¡muchas gracias! :
al escuchar estos poemas quiero que penséis que poeta no es el que siente o se conmueve eso no tiene importancia pero si la tiene saber que el poeta es el que hace sentir o conmoverse a los demás o sea que no es poeta el que quiere sino el que puede y en cuanto a los poemas quiero recordaros la frase que Mallarmé le soltó a Degas cuando el pintor le dijo que él quería ser también poeta pues creía tener buenas ideas y buenos sentimientos pero que no lograba hacer un buen poema y entonces Mallarmé le dijo aquello de ah mi buen amigo no es con buenas ideas y con sentimientos buenos o malos con lo que se hacen los poemas sino con palabras y ese saber hacer con palabras conmover a otros es el don del oficio y el artificio que el poeta ha de emplear en su obra
oíd pues este canto de arpista…
Nicolás Domínguez Bedini (Buenos Aires, 1973) es poeta, narrador y DJ. Publicó en las revistas Unión y Amistad, 8cho Y och8, Al oído, Sede, La Guacha, Diario de Poesía y La novia de Tyson. Es autor del poemario Decirte al oído (El Monte Análogo Ediciones, 2007) y de Sueño con lavadoras & otros poemas (Editorial Bajo La Luna, 2013). Médanos de oro se titula su primera novela que está próxima a ser publicada por Editorial Bajo La Luna.