Poetas leen poesía

Ral Veroni habla de un poema de James Thompson

The City of the Dreadful Night 

 

“No escribo para la juventud esperanzada, ni para los que juzgan su felicidad como un mérito, ni para los que crecen gordos entre los espectáculos de la vida y no sienten duda o escasez, ni para los espíritus piadosos con un dios sobre ellos que los santifica, glorifica y ama, ni para los sabios que predicen el cielo en la tierra. Ninguno de estos podría entenderme aunque se dignara a intentarlo. Si a alguno le interesan estas débiles palabras aquí expuestas debe ser alguien desolado, alguien golpeado por el destino, cuya fe y cuya esperanza están muertas. Algún desesperado flaneur en la misma ciudad de la noche.”

(extracto del Proemio del libro The City of the Dreadful Night)

 

Sobre The City of the Dreadful Night dice Ral Veroni:

La fuerza de esta obra -la cual encontré por casualidad cuando vivía en Escocia- se encuentra en su pesimismo. Thompson describe en su poema un paisaje oscuro donde nos presenta a la ciudad bajo la penumbra de una noche espantosa. La ciudad de Thompson tiene algo de Londres y algo de Glasgow, aunque el autor prefiere no dar nombres. La obra fue escrita entre 1870 y 1874, publicada por secciones en el National Reformer, un periódico libre pensador durante el apogeo de la industria del imperio y de la miseria que ésta traía aparejada.

The City of the Dreadful Night se adelanta en varias décadas a la visión de la ciudad como un lugar de alienación y soledad. En contraste con las creencias victorianas y su confianza en el progreso Thompson describe un universo indiferente a los intereses humanos.

Ya desde el comienzo Thompson nos aclara a quien va dirigido su poema y el por qué del mismo:

¿Por qué desenterrar a la fe muerta,

por qué dejar suelta a la desesperación,

por qué lamentarse de las discordias de la vida? :


Porque una fría furia nos arrebata
y deseo mostrar la amarga, arrugada y vieja verdad
desnuda de todas las vestiduras que la enmascaran:
Falsos sueños, falsas esperanzas, falsas máscaras…

 

El caso de Thompson, nacido en Port Glasgow en 1834, no es el de aquel que llega al pesimismo por medio del intelecto. Emile Cioran cuenta en una entrevista que una vez su madre le dijo “de haber sabido de tus dolores existenciales nunca te habría dado a luz”. El padre de Thompson sufrió un derrame cerebral en 1840, su madre fallece dos años más tarde, su hermana también muere al poco tiempo, de sarampión “contraído –según el poeta- a causa de él”. Y al parecer una joven de la que estaba enamorado muere también tempranamente. Pasó su infancia educado en orfanatos y continuó su vida en esa otra institución paternalista que es el ejército, trabajando como maestro en Irlanda. Sin embargo, un incidente relacionado con su tendencia a la bebida le valió la expulsión. Trabajó como oficinista en Londres (algo exasperante aún al día de hoy para cualquiera que viva en esa ciudad –ver por ejemplo, la dolorosa comedia británica The Office- y particularmente grave para un escocés). Probó suerte como oficial en una mina en Colorado que al poco tiempo fue a la quiebra para luego aceptar un encargo como corresponsal de guerra en España, durante una de las guerras Carlistas, aunque su contratante lo llamó de regreso por incompetente.

Por cada una de estos reveses su alcoholismo se acentuaba. Aparte de toda esta larga lista, y como consecuencia, Thompson sufría de insomnio. La ciudad de la noche es la de aquel que maldecido y acosado no puede dormir. El mismo Thompson murió en Londres a los 48 años, en la absoluta miseria y sin techo. Se dice que sus últimas palabras fueron a la vez tan desesperadas y desafiantes que su amigo William Sharp estando a su lado prefirió no registrarlas.
The City of the Dreadful Night esta estructurado en 21 cantos. Un narrador, Thompson, describe la ciudad. Los cantos pares están relatados en tiempo presente, los impares desde la proyección del pasado. El autor mantiene un clima oscuro y claustrofóbico apoyado en cierta monotonía y en imágenes repetidas que acentúan la desesperanza.

The City is of Night; perchance of Death
But certainly of Night;

La ciudad es de la Noche, quizas de la Muerte
Pero sin duda de la Noche…

El poema comienza con la descripción de un paisaje psicológico para el insomne y real para aquel que como Thompson salía a recorrer muy tarde las calles de Londres:

La luna y las estrellas pueden brillar con desprecio o lástima. El sol nunca visitó la ciudad…

La vida es un sueño cuyas formas regresan,
Algunas con frecuencia, otras ocasionalmente, a veces por la noche
Algunas en el día, algunas entre noche y día, y aprendemos
que mientras todo cambia y mucho desaparece,
En la recurrencia, con recurrentes cambios
El orden aparente del que dependemos
Nos hace tener a las cosas por ciertas,
tal poder tiene creer.

Thompson describe los rostros demacrados que transitan en la ciudad, los cuales parecen sordos y ciegos, como trágicas máscaras de piedra, cada uno envuelto en su propia caída, divagan, divagan o se sientan y piensan por horas con pesadas cabezas. Principalmente hombres maduros, algunos pocos viejos o jovenes, raramente una mujer y de vez en cuando un niño. A menudo murmuran para sí mismos:

La ciudad de la noche pero no del sueño

La influencia del Infierno de Dante es abierta. Frases y parafrases aparecen a lo largo del poema y más de una imagen en la que se puede adivinar su paralelo y así y todo más que un homenaje la obra se presenta como una contrapartida: No hay un dios superior y si lo hay es una desgracia, no hay una Beatriz angelical que venga al rescate, solo una mujer en el canto IV lleva su corazón en la mano a modo de linterna:

 

Una figura avanza lentamente junto a una luz rojiza

Un mujer y una lámpara roja en su mano

descubierta y descalza sobre la orilla

ay, pura desolación moviéndose con tal gracia

ay, angustia con la belleza en el rostro

esa lámpara que ella sostiene es su propio corazón ardiendo

el que deja con cada paso una gota de su sangre

 

La imagen es una referencia directa al canto xxviii, verss. 118-22 del Infierno donde aparece el poeta Bertran de Born llevando su propia cabeza cercenada a guisa de fanal.

Ya en el canto II de la obra de Thompson aparece entre todos los deambulantes un hombre que aparenta saber adonde va. El narrador, por curiosidad, decide seguirlo. Por las calles oscuras el hombre misterioso se detiene en tres lugares, un iglesia, un jardín y una casa, solo para señalar en cada uno de ellos el sitio en donde murió su fe, su amor y su esperanza. El poeta decide abandonar a su guía cuando se da cuenta que este, como un Virgilio enajenado, repite su círculo una y otra vez: la iglesia, el jardin, la casa…

En el canto IV. El poeta describe su encuentro con un declamador, una especie de Zaratustra solitario que se comporta como si una gran multitud estuviera frente a él (me hace pensar en los libros de Nietzsche, el solitario, que en su época no vendía más que diez ejemplares de sus libros).

En el canto VIII le toca el turno a dios:

¿Quién es el más desgraciado en este lugar de dolor? / Pienso en mí y sin embargo prefiero ser mi miserable yo antes que ser Él / Él, que creó tales criaturas a semejanza de su propia desgracia.

Y continúa:

Ni por todo Tu poder contenido o desplegado
Ni por todos los templos a tu gloria construidos
Asumiría yo la ignominiosa culpa
De haber creado a tales hombres en este mundo

Como si un Ser, Dios o Demonio pudiera reinar
Y ser a la vez tan idiota, malvado y loco
Como para haber creado a los hombres
teniendo en su poder la opción de abstenerse

 

Luego vienen unos versos que me recuerdan a Discepolo, aunque los de Thompson se adelantan por 50 años:

El mundo gira para siempre como un molino
Que muele la muerte y la vida, el bien y el mal:
Sin proposito, sin corazon, ni mente, ni voluntad

 

Yira, yira, de Discepolo, escrita en 1929 luego de la debacle de Wall Street reza:

Verás que todo es mentira,
verás que nada es amor,
que al mundo nada le importa.
Yira… yira…

 

The City of the Dreadful Night no solo se anticipa al pesimismo del tango. La obra prefigura de un modo inquietante la angustia del siglo XX por la ausencia de dios o su inexplicable distancia ante las catástrofes y las crueldades, a las imágenes metafísicas de De Chirico, a los paisajes surrealistas y a las desoladas descripciones del The Waste Land de Eliot. Este último reconoció en el poema de Thompson una de sus principales influencias.

El canto final de este largo poema no deja lugar a la esperanza y solo reconfirma la angustia original:
Sentir que toda lucha lleva a la derrota
Porque el Destino no nos reserva ningún premio para coronar el éxito;
Que todos los oráculos son torpes o mienten
Porque nadie tiene secretos que revelar
Que nada puede rasgar el incierto y vasto velo negro
Porque no hay luz detrás del manto
Puesto que todo es vanidad y nada.      

 

 

 

 

Ral Veroni es poeta, artista plástico, galerista, editor y librero anticuario. Inició su actividad a mediados de los 80 dentro de la escena underground de Buenos Aires con una obra construida alrededor de la relación entre texto e imagen. Pasó varios años en el exterior y en especial trabajó en centros de gráfica de distintos países: Estados Unidos, México, Inglaterra, Escocia, Alemania y España. De su estadía de seis años en Escocia viene su interés por la poesía de ese país. Actualmente coordina la plataforma de proyectos Teatrito Rioplatense de Entidades, fundada por él y Vicente Mario di Maggio en 2010. Dirige junto con Linda Neilson la Galería Mar Dulce, de Buenos Aires, y es editor en el sello Ediciones Urania. En 2013 publica el libro de poemas Teatrito Rioplatense de Entidades (Adriana Hidalgo Editora).

 

 

 

 

 

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