Nicolás Pinkus habla de un poema de Allen Ginsberg
Kaddish
(…)
Y es el último momento que recuerdo, en el que los veo a todos, a través de mí mismo, ahora —menos a vos
Yo no preví lo que sentiste —qué apertura de boca enferma más horrorosa vino primero —a vos— ¿estabas preparada?
¿Para ir adónde? ¿En la oscuridad —eso— en ese Dios? ¿un resplandor? ¿Un Señor en el Vacío? ¿Como un ojo en la nube negra de un sueño? ¿Al fin Adonai con vos?
¡Más allá de mi memoria! ¡Incapaz de adivinar! No solamente el cráneo amarillo en la tumba, o una caja con polvo de gusano, o la cinta del pelo manchada —¿Calavera con Halo? ¿podés creerlo?
¿Es tan sólo el sol que brilla una única vez para la mente, sólo la fulguración de la existencia, como nunca antes?
Nada más allá de lo que tenemos —de lo que tuviste— es algo tan lamentable —sin embargo el Triunfo,
haber estado acá y cambiado, como un árbol, partido, o una flor —haber alimentado el suelo— pero loca, con sus pétalos de color, pensando en el Gran Universo, sacudida, cortada en la cabeza, desnudada de hojas, escondida en un hospital-caja de huevos, envuelta en trapos, dolorida —enloquecida en el cerebro de la luna, falta de Nada.
Ninguna flor como esta flor, que se supo a sí misma en el jardín, y peleó con el cuchillo —perdió
Arrancada por el pensamiento helado —incluso en la primavera— fantasmal y extraño de un Muñeco de nieve idiota —alguna Muerte— El pedazo de hielo filoso coronado con rosas viejas —un perro por sus ojos —la poronga de un explotador —el corazón de las planchas eléctricas.
Todas las acumulaciones de la vida, que nos agotan —relojes, cuerpos, conciencias, zapatos, tetas —tus hijos engendrados —tu Comunismo —la “Paranoia” en los hospitales.
Una vez le diste una patada en la pierna a Eleonor, ella se murió de un paro cardiaco después. Vos de un derrame. ¿Dormida? En el plazo de un año, las dos, hermanas en la muerte. ¿Eleonor está feliz?
(…)
(Traducción de Franco Bordino)
Sobre Kaddish dice Nicolás Pinkus:
Kaddish desdice la realidad de la pérdida para construir un mundo nuevo. Aquí, la muerte es un comienzo que se hace experiencia mientras se va diciendo. Es un decirse con vértigo biográfico, donde toda la modernidad del autor se relaja y se hace filiación ancestral: la muerte de la madre está fuera del tiempo, la locura de la madre está fuera del espacio. Es el habla de un hijo sobre la experiencia de lo irremediable. Es el habla de un judío que honra. Es el habla de un hijo judío neoyorquino y contracultural, epocal, universal, nunca y siempre el hijo de Naomi. La letanía insiste y cerca el vacío, le habla y le imagina las piezas faltantes al qué hubiese sido. A un nosotros con más tiempo y más palabra, que no fue.
Nicolás Pinkus (Buenos Aires, 1969) es licenciado en Comunicación Social y Magíster en Periodismo. Como poeta, ha publicado Postmortem Daguerreotypes (2002, Tsé-Tsé), Los Formalistas Rusos (2003, Tsé-Tsé), Affidávit (2004, Gog y Magog), Ersatz (2007, Huesos de Jibia) y Mayorías de Uno (2010, Zindo&Gafuri, editorial que co-dirige).