Isabel Cadenas Cañón habla de un poema de Circe Maia
Casi presente
La distancia por ahora es mínima: aún tenemos puesta la misma ropa y los mismos zapatos, todavía húmedos. Como nadie ha hablado todavía ninguna palabra se ha interpuesto entre nosotros y el perfecto dibujo del pasado reciente. Este está tan cercano que parece posible tocarlo, mentalmente, claro, y aún asirlo, con todos sus detalles. El silencio encierra únicamente sus últimos habitantes sonoros: palabras dichas en voz baja y que sin embargo suenan nítidamente por estar tan cerca del lago del silencio.
Lástima que la consistencia del instante presente sea tan frágil: cualquier pregunta que a alguien se le ocurra hacer, cualquier música que empiece a sonar, lo destruiría.
Ya empezarán –ya van a empezar– a aparecer los objetos-pantallas, biombos invisibles y sonoros detrás de los cuales quedan las otras voces.
Así empieza a crecer una distancia destructora cada vez mayor. Recién entonces el pasado reciente se volverá pasado verdaderamente.
Por ahora, apenas terminada la caminata, cierta mezcla de cansancio y placer colabora en el silencio en común, en los ojos bajos que no atienden todavía nada concreto y cuyas retinas son como espejos que guardaran sus imágenes para sí.
Este es un momento único, como cuando la sinfonía termina y han empezado los aplausos; el aire, por breves segundos sostiene la música entera, terminada y perfecta, en el mismo instante en que ha dejado de oírse.
Sobre Casi presente dice Isabel Cadenas:
Escribir es también una manera de perder. Llegas a la página sabiéndolo y por eso la página asusta: porque sabes que lo que quieres decir ya no está, que la tarea es imposible.
En 1983, el hijo de Circe Maia murió en un accidente de tráfico. Tenía 18 años. Maia pasó tres años sin escribir nada hasta que, en 1986, publicó Destrucciones. Le salió un libro raro. Ocupa apenas 14 páginas en su Obra poética, veintiún poemas en prosa que observan actos de destrucción cotidianos: una planta de helecho que se seca, una tela gastada por el sol, una taza de loza que estalla en pedazos contra el suelo.
Pasa poquísimas veces, leer un libro y saber que te pertenece, que ese libro ya te ha cambiado. A mí con Destrucciones me pasó desde que leí el primer poema. Cuando trato de entender por qué, pienso en palabras como contención, como precisión, como humildad, como voz que se recompone tras el desgarro. Pienso que Maia parte del detalle, de lo mínimo, para construir una constelación del dolor. Y digo constelación como puntos que de lejos parecen una figura pero que nunca aspiran a un todo. Porque sobre todo es eso: Destrucciones está en las antípodas de la generalidad, no hay ni una coma en ese libro que no nazca de una necesidad, de una experiencia, de un dolor.
El dolor es el de la muerte de un hijo. El dolor es saber que no se podrá decir esa muerte. “Casi presente” es lo que está en medio de ambos: la escritura sucede mientras lo que se escribe aún es cierto. Sucede antes de la destrucción. Como si se sostuviera el tiempo. Como si escribir fuera, también, una manera de salvar.
Isabel Cadenas Cañón (Basauri, España, 1982) es autora de los poemarios Irse (2010) y También eso era el verano (2014) y publica crónica en medios como eldiario.es, La Marea o El Estado Mental. Es Insigne Vaivodesa del Longevo Instituto de Altos Estudios Patafísicos de Buenos Aires (LIAEPBA).