Poetas leen poesía

Natalia Leiderman habla de un poema de Alejandra Pizarnik

Pido el silencio

…canta, lastimada mía

                  Cervantes

 

Aunque es tarde, es noche,
y tú no puedes.

 

Canta como si no pasara nada.

 

Nada pasa.

 

Sobre Pido el silencio dice Natalia Leiderman:

Este poema de Alejandra Pizarnik se me impuso en la vida como un rezo.  Y cuando digo rezo, no figuro: hablo de una cuestión práctica. Cuando tengo miedo, entre otras cosas, repito este poema. Este poema y otro, que se me guardó en la memoria como su doble intercambiable: “Y sobre todo mirar con inocencia. Como si no pasara nada, lo cual es cierto”.  ¿Por qué los recuerdo y los repito? ¿Es la ternura y debilidad que tengo por los poemas breves? Sí. (Me gusta la posibilidad de asirlos de un solo golpe, arrancarlos como florcitas en un jardín espeso, y que vuelvan a crecer, infinitamente) ¿Es el runrún, esa sensación primera de que son meras resonancias, círculos de humo? También. Pero además, los recuerdo y los utilizo como herramienta de lucha contra lo real porque efectivamente creo que ambos poemas exigen una transformación de lo real. ¿Qué se pide? cantar, mirar con inocencia: hacer el poema. El poema pide y da esa magia,  y la transformación no es externa, no se pospone: se da adentro del poema. El salto del “como si nada pasara” a que, efectivamente, nada pase, es instantáneo. El poema lo hace posible.  El “como si” de la poesía,  en su salto maestro, se vuelve realidad. Creo que estos poemas -maquinitas atroces y preciosas, como todos los poemas de Pizarnik- ponen en su centro este truco de magia asombroso que es la poesía. En un chasquido de dedos, en un deslizamiento invisible y repentino de la palabra, lo que no era cierto ahora lo es.

En este sentido, aún en su clima oscuro e inquietante, estos poemas me remiten a una frescura final, a una perspectiva momentánea en donde todo se suspende y nos alejamos de nuestras vidas enormes; las hacemos ligeras, dulcemente insignificantes y no pasa nada: nada pasa.

Alejandra tuvo -cómo pudo no tenerla- fe en la palabra. Si bien la lectura de su poesía se nos suele teñir con el dolor, la locura, cierto malditismo, ahora que la leo lejos de tanta identificación emocional, ahora que sé que en el instante de la poesía hay un truco vital -que a veces no alcanza para sobrevivir, es cierto, pero no hay remedios absolutos contra el dolor y la muerte-, no puedo evitar verla de otra forma: tan viva y tan maga, tan sorprendente y radiante en todos sus poemas. No puedo evitar ver que detrás de la locura, de la tristeza, del miedo, de lo solo, hubo una niña jugando: fulgurante y resguardada en el calor de la palabra. Aunque sea, digamos, en esos breves instantes que dura el poema.

Natalia Leiderman nació el 31 de octubre de 1990. Es fotógrafa y estudia Letras en la Universidad de Buenos Aires. Participó en las Antologías de “El  Rayo Verde” 2014 y 2015. Asiste al taller de poesía de Osvaldo Bossi. A mediados de este año -2016- publicará su primer libro “Animales dorándose al sol” por el Sello Editorial El ojo del mármol.

 

 

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