Letras

Santa Teresa. La lectura escondida

Prólogo a El castillo interior o Las Moradas de Santa Teresa de Jesús trasladado al formato de la historieta

Por Florencia Calvo

¡Bendito sea tal libro que deja imprimido
lo que se ha de leer y hacer,de manera que no se puede olvidar!
(Libro de la Vida, 26, 5)

I
Santa Teresa ofrece. Se ofrece y nos ofrece. Nos ofrece su vida, en un libro vivo, tal como nos relata que se lo han ofrecido a ella una vez “cuando se quitaron muchos libros de romance”. Un libro vivo para quitar las penas, un libro vivo capaz de enseñar de muchas maneras.
Teresa de Ahumada y Cepeda nace en Ávila en 1515, nada se escribe sobre ella que no lo haya escrito ella misma. Así leemos de su vida lo que Teresa quiere que leamos, leemos de su vida lo que nos ofrece y nos da también la oportunidad de diferenciar lectores, aquellos que busquen los trabajos de su ascensión, los recuerdos de su trabajo espiritual, los que busquen su erudición sobre cuestiones religiosas pero también los que busquen su prosa poética o su saber literario.
Nos enfrenta con la dualidad de una escritura religiosa que, de acuerdo a sus características, va más allá de la espiritualidad y entra de lleno en el territorio de lo poético. Escribe para sus monjas y para el perfeccionamiento de su propia espiritualidad. Pero lo hace también desde la conciencia de la posibilidad del goce estético. Nos ofrece la posibilidad de conocerla , de aceptarla y de rechazarla. Se ofrece en prosa sencilla, modesta, se ofrece para que algunos sean reconducidos en el camino de perfección. Ascética, tal vez no mística. Se ofrece y nos ofrece. Un libro vivo.

II
Hartos libros hay escritos de cosas de oración:
por amor de Dios me dejen hilar mi rueca y seguir mi coro y oficios de
religión como las demás hermanas, que no soy para escribr ni tengo
salud ni cabeza para ello.
(Moradas, Prólogo)

Erizo o tortuga, Santa Teresa se retira hacia sí misma y construye su castillo interior. “Paréceme que he leído que como un erizo o tortuga cuando se retiran hacia sí”, nos dice e inserta la imagen del erizo. Los anotadores de las Moradas nos muestran que este “paréceme que he leído” es un modo de mostrar la auctoritas en sus escritos, los pretextos leídos, remite al Tercer Abecedario, de Francisco de Osuna o la Subida del Monte Sion, de Bernardino de Laredo, ambos fuertes intertextos de las Moradas teresianas. “Paréceme que he leído”, así como un descuido, casi como el cortesano renacentista, poética despojada, construcción divina, originalidad velada y negada.
Las Moradas nos muestran a una escritora que no quiere terminar de definirse como tal, sometida a la voluntad de su confesor, confiada en la fuerza de la obediencia. Un año antes, en 1576, había sido interrogada por la Inquisición. Todo confluye para que resulte imposible entonces para Teresa de Ávila hacer ostentación de la cita, de la escritura, del conocimiento. El castillo se resignifica desde el erizo, Teresa no lee, hace como si hubiera leído. Esconde así sus lecturas y logra compartirlas con sus hermanas.
Santa Teresa tampoco inventa el signo del castillo interior, no siquiera es la primera en utilizarlo. Aposento de diamantes y de cristales, recorre una larga tradición. Por allí circula el alma y para escribir este trayecto la voz se hace erizo, se hace tortuga, se retira entre espinas, entre duros caparazones. Soledad que lleva también a la propia soledad escritural de Teresa, más allá de toda espiritualidad, mujer, monja, escritora, visionaria.
Las Moradas se construyen alrededor del símbolo del castillo interior y este símbolo que poco tendría de propio, se puede ir rastreando en Fray Francisco de Osuna, en Laredo o en los ecos de los libros de caballerías que la Santa había leído en su juventud. ¿Dónde está la originalidad de dicho símbolo, del motor que hace avanzar el camino del alma por los distintos aposentos? ¿Cómo entender desde la mera repetición de una figura este modo luminoso a través del que se vuelven a significar las tres etapas de la mística, sus vías purgativa, iluminativa y unitiva y a través del que el alma se va despojando del mundo?. Una respuesta:, Teresa encuentra en la tradición judeo-cristiana tres elementos distintos, el castillo del alma, los numerosos aposentos en la casa del Padre y el carácter sagrado del número siete.
Y los sintetiza magistralmente a partir de una fuerza, una voluntad y una facultad de introspección fuera de serie.

Teresa nos lega en las Moradas todo este espacio laberíntico pero florido, sombrío pero deleitoso. para cuando, como a sus hermanas del convento, nos abrume el encerramiento. Pero nos lega también otra posibilidad, la de la imaginación. Para Unamuno el castillo se resuelve en la ciudad de Ávila. Para este proyecto homenaje al V Centenario de su nacimiento en el que se decidió pensar las Moradas desde otro formato, el castillo, el alma, el viaje se resuelven en tantas formas como dibujantes. Teresa de Ávila, Santa Teresa, la Santa, Teresa de Jesús, aquella que esconde su escritura, que escribe casi sin quererlo, se despoja se sus espinas, de sus caparazones y hasta de sus libros y se hace caballero andante, galaxia, libélula, pájaro. Un libro vivo.

Florencia Calvo es Doctora en Letras por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y auxiliar docente regular de la cátedra Literatura Española II en la misma facultad.

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